Llevo un mes en la bodega del mundo, el lugar donde la gente envejece por dentro y deja intacta la botella, aquí nadie te descorcha a la fuerza y te tira a un contenedor (aunque puede que acabes invitando a alguna que otra copa, pero nada más allá de un "cariño, nos volveremos a ver"). Aquí todo el mundo es un imán que cojea del mismo polo. No es una ciudad para ciegos. Sí para sordos. Y para mudos. Y para mí.
Las paredes te aíslan de toda tu vida pasada y te calientan los huesos hasta que no eres más que una sopa de pollo mal arreglada de sal, un caldo de lluvia indecisa que siempre está preparada para caer y siempre se arrepiente en el último momento, cuando apenas unas gotas valientes ya han saltado de la nube que te persigue hasta la boca del metro.
Y entonces imaginas no volver y ser otro calamar perdido en la corriente, huyendo en medio de una nube de tinta y abrazar la vida con ocho tentáculos izquierdos.
Pero se hace de noche y siempre sueño con volver a mi hogar.
Aquí llueve y hace frío.
ResponderEliminarAquí te echo de menos.
ResponderEliminarLa lluvia y el frío, es lo de menos!
Pero sigue allí, no seas otra estúpida oveja siguiendo al rebaño que vuelve asustado :)
Te quiero.